La economía feminista es una corriente del pensamiento económico heterodoxo, que abarca un conjunto de posicionamientos diversos con un presupuesto común: la crítica a las teorías económicas hegemónicas que han desvalorizado y, generalmente, ignorado los aportes realizados históricamente por las mujeres a la actividad económica. Aportes no reconocidos a pesar de ser indispensables para la sostenibilidad de la vida de la especie humana y de la biosfera que nos acoge. Desenmascara, además, el posicionamiento subalterno y las desigualdades que las mujeres sufren y aporta propuestas para la construcción de una economía equitativa.
Desde el enfoque de la sostenibilidad de la vida, la economía se define como el conjunto de recursos y procesos sociales necesarios para satisfacer las necesidades de las personas y crear las condiciones requeridas para una vida digna, manteniendo la capacidad de reproducción de la propia vida, tanto en sus aspectos sociales, culturales y ambientales.
La economía social y solidaria viene en los últimos años enriqueciéndose de los aportes de este enfoque y replanteando su visión y práctica. De esta manera, la economía solidaria se redefine como un conjunto de prácticas basadas en principios y valores que prefiguran los contornos de una práctica económica (alternativa al funcionamiento capitalista) cuya centralidad la ocupan las personas, las comunidades y su entorno socioambiental y, por lo tanto, los procesos que garanticen la sostenibilidad ampliada de la vida.